Carrera por mejorar vivienda y servicios en la ciudad futura

Wed, 20 Apr 2016 06:41:25 -0400

Cuando la bitácora tecnológica Techcrunch presta atención a los bizantinos códigos de edificación y The Economist emplea con recurrencia el acrónimo NIMBY (“not in my backyard”) para referirse a regulaciones que protegen a viejos propietarios y bloquean nuevas licencias de obra en ciudades como San Francisco, es síntoma de que “vivir en San Francisco” es más que una simple “meme”.

Se sabe que el problema de la vivienda en San Francisco se ha convertido en arquetipo de la lucha entre regulación y nuevas viviendas en mercados residenciales donde la oferta es desproporcionadamente inferior a la demanda.

El fenómeno NIMBY no se circunscribe únicamente a San Francisco, como demuestra el interés de autoridades locales de Reino Unido y otros rincones del mundo por actualizar códigos de edificación a menudo diseñados en la década de los 40.

Códigos de los años 40 para una realidad actual

En amplias zonas del Reino Unido, como en la bahía de San Francisco, explicaba The Economist a principios de 2014, edificar es tan complejo que el parque anual de viviendas de nueva construcción es una fracción de la cifra anual registrada décadas atrás.

(Video: documental sobre urbanismo de Kirsten Dirksen A spaghetti western on lean urbanism)

En Norteamérica, el éxito económico del sector tecnológico en la bahía de San Francisco contrasta con la crítica abierta que la mayoría de grupos de interés representados en la ciudad y en Silicon Valley (desde empresas a trabajadores, pasando por antiguos residentes con rentas muy inferiores a las de los nuevos trabajadores tecnológicos, o incluso los viejos propietarios -beneficiados por el auge de los precios-), realiza a la situación inmobiliaria de la ciudad.

Los servicios del sector tecnológico de la zona están transformando el mundo, pero la ciudad de San Francisco, que en los últimos años atrae a trabajadores que antes optaban por residir en el suburbial valle de Santa Clara, se topa con los viejos problemas de siempre en infraestructuras y regulación urbanística.

Construir más necesariamente no siempre abarata

Los alquileres no protegidos y precio de la vivienda marcan máximos en San Francisco, pero edificar más y más rápido -suponiendo que fuera posible- no reduciría necesariamente el precio de alquiler y venta de inmuebles.

El caso de Seúl y Singapur, donde se ha construido con agresividad y la densidad urbanística ha aumentado como consecuencia, demostraría la hipótesis de expertos como Joel Kotkin, que ha estudiado cómo mayor inversión inmobiliaria en ciudades exitosas atrae todavía más capital y talento, lo que acaba por encarecerlas todavía más.

(Imagen)

La relación entre urbanismo e impuestos es igualmente compleja, expone el economista Tyler Cowen: en Estados Unidos, los beneficios derivados de suprimir impuestos y restricciones para construir nuevas viviendas serían capturados por propietarios de terrenos, ya que éstos se revalorizarían exponencialmente.

“Ciudad inteligente”: ¿malgasto de RRPP o utilidad real?

El interés de las principales urbes del mundo por integrar servicios para gestionar infraestructuras y servicios en tiempo real se ha limitado hasta el momento en campañas de marketing (Ciudad X es ya una “Smart City”, etc.), aplicaciones de móvil mal desarrolladas y peor mantenidas, y un inventariado del equipamiento público para integrarlo en redes de “Internet de las cosas”.

Hay honrosas excepciones: ciudades que integran y gestionan servicios en tiempo real con precisión y cuya utilidad tiene un impacto real sobre el ciudadano de a pie. 

Es el caso de Santander (Cantabria, España); por tamaño, determinación política y disponibilidad de la ciudadanía para participar en experimento de ciudad inteligente; su tamaño (180.000 habitantes), relativa cohesión y equilibrada densidad urbanística sitúan a Santander como prototipo de “ciudad inteligente”, más allá del marketing y de los contratos multimillonarios con compañías interesadas en crear el tejido tecnológico de las ciudades del futuro.

De momento, Santander ha integrado 10.000 sensores en muros, farolas, carteles informativos, calzada, contenedores y otros elementos de mobiliario como semáforos y azoteas para estudiar intensidad lumínica, polución, nivel de ruido, volumen de tráfico y atascos. 

Comprar más informes y software no es hacerse más inteligente

En la ciudad cántabra, el camión de la basura vacía únicamente los contenedores llenos, los ciudadanos pueden notificar al consistorio sobre reparaciones, y se estudia el estado de parques, fuentes, farolas y otros elementos en tiempo real, mientras una aplicación detecta y estudia la evolución de puntos calientes en el uso y estado de las infraestructuras.

De momento, pese al relativo éxito de pruebas piloto como la de Santander, que visitan responsables consistoriales de países tan alejados como Japón o China, las “ciudades inteligentes” no lo son tanto, o las mejorías con respecto a situaciones anteriores no son dramáticas.

Tráfico, agua, iluminación pública, recogida y tratamiento de desechos, etc., dependen del costoso y complejo sistema de servicios públicos, concesiones privadas y suculentas subcontratas que, a menudo, desvelan complejas redes de clientelismo y puertas giratorias entre el servicio público y la empresa privada que el futuro de la “ciudad inteligente”, que en el peor de los escenarios podría convertirse en sinónimo de costosas facturas de consultoras que elaborarían costosos planes a medio ejecutar.

Cómo superar la maraña regulatoria

Si la innovación llega a la ciudad, empresarios de Silicon Valley coinciden con ciudadanos en que ésta se producirá desde la base a la cúspide, y no a la inversa, debido a restricciones regulatorias y a al bizantino entramado de gestión urbanística que varía de una gran urbe a otra.

Dejar que empresas y ciudadanos propongan sus propias innovaciones abarata y acelera la innovación, aunque una implantación desde el sector privado (o informal, a través de aplicaciones DIY -“hazlo tú mismo”-, o una combinación de ambos modelos) podría causar problemas a largo plazo: desde la ausencia de estándares a la dificultad y deficiencia de un mantenimiento óptimo. 

Una ciudad con sensores independientes DIY se enfrentaría a dilemas regulatorios, además de derivar en un escenario de creatividad sin supervisión ni mantenimiento: algo así como contar con un sistema de alquiler público de bicicletas con vehículos que nadie supervisara ni reparara de manera coordinada.

(Imagen: Usonia de Frank Lloyd Wright, donde edificios, vecinos y naturaleza debían encontrar el equilibrio perdido)

Aprender viejos errores y del Nuevo Urbanismo

El problema de la vivienda converge con la lentitud de innovaciones a gran escala en las urbes que atraen más talento y población (y que, por tanto, se encarecen, solucionando unos problemas y creando otros -como el encarecimiento de la vida para los antiguos residentes con rentas más bajas-).

Los urbanistas contemporáneos debaten, en este contexto, sobre las mejores soluciones para mejorar las ciudades y el acceso a la vivienda en un mundo cada vez más urbano:

  • partidarios de una mayor densidad urbanística (convirtiendo centros urbanos poco densos en San Francisco en una versión con carácter propio de Manhattan, Singapur o Hong Kong);
  • quienes, como Joel Kotkin o el legendario arquitecto estadounidense Frank Lloyd Wright creen que los suburbios (menos densos, pero más amables y económicos) pueden mejorar y contribuir al urbanismo del futuro;
  • y promotores de la innovación para optimizar las infraestructuras y viviendas existentes, con tecnología de gestión y reparaciones/mejoras en tiempo real, gracias a servicios inspirados en la economía colaborativa de algunas compañías de Silicon Valley.

Sea como fuere, la alternativa para el futuro no se nutrirá exclusivamente de ninguna de estas estrategias, sino que combinará lo mejor de las tres, sin olvidar conquistas sobre calidad de vida urbana propuestas por manifiestos como el Nuevo Urbanismo (Christopher Alexander, Jane Jacobs, Stewart Brand, etc.).

Google experimenta con urbanismo: Sidewalk Labs

Compañías como Google no se conforman con experimentar con nuevas tecnologías de Internet de banda ancha, o con vehículos autónomos que, combinados con los servicios de geolocalización, sitúan a la firma en posición estratégica para vender datos a la carta sobre comunicaciones, movilidad, logística, etc.

Recientemente, la empresa matriz de Google, Alphabet, ha sugerido su interés firme por construir un laboratorio de ciudad inteligente a escala real, que asistiría la labor de los expertos en urbanismo en el proyecto Sidewalk Labs.

(Imagen: plano detallado de una arcología, o ciudad-edificio, idea de un alumno de Frank Lloyd Wright, Paolo Soleri)

Sidewalk Labs integra de momento a 100 expertos en urbanismo que trabajan en un plan integrado para gestionar y reparar ciudades en tiempo real, bajo el nombre en clave “Project Sidewalk”. El esfuerzo de Google coincide con la confirmación de un interés estratégico similar de compañías como IBM o Microsoft, entre otras. 

Coches autónomos, localización, Internet rápida, inteligencia artificial…

Asimismo, surgen proyectos que proporcionan Internet de alta velocidad (LinkNYC) o pretenden solucionar el tráfico de las grandes urbes (es el caso de la plataforma Flow, también en Nueva York). Tanto LinkNYC como Flow son proyectos comerciales de Sidewalk Labs.

Para explicar la futura labor del Proyecto Sidewalk, Dan Doctoroff, que había trabajado previamente en el equipo de urbanismo del ex alcalde de Nueva York Michael Bloomberg, explica la necesidad de aproximar la cultura de los sectores tecnológico y de urbanismo: “La gente que se dedica a planear en ciudades no entiende demasiado sobre tecnología, y los expertos en tecnología realmente no entienden a las ciudades”. 

Pero Project Sidewalk integrará más servicios que la conducción autónoma y Google Fiber, confirmando la dirección estratégica de Alphabet, que se esfuerza para que Google tome conciencia de lo que ya es: una empresa de servicios de inteligencia artificial (también para ciudades), cuya sede central (Googleplex) es una ciudad en sí misma con oportunidades para experimentar con servicios a gran escala sin necesidad de salir del campus de Mountain View.

Un nuevo tipo de vivienda en un nuevo marco regulatorio

En estos momentos, iniciativas como Project Sidewalk debaten acerca del siguiente paso, una vez se detecten varios servicios que mejorarían infraestructuras y servicios: ¿es posible integrar estas mejoras en entes públicos con un funcionamiento tan bizantino como las actuales ciudades, o hay que construir ciudades desde cero para no usar todas las energías en combatir regulaciones creadas para realidades pretéritas?

(Imagen)

La empresa con sede en Mountain View mejora su tecnología de conducción autónoma y sensores en una antigua base aérea, conocida en la firma como “Castle”, además de usar Mcity, la ciudad artificial que el gobierno estadounidense alquila en Ann Arbor, Michigan; así como CITE (Centro para la Innovación, Testeo y Evaluación), una ciudad inteligente que un consorcio edifica en la actualidad en el desierto de Nuevo México.

¿Qué compañías ofrecerán servicios para ciudades inteligentes?

Google, IBM, Microsoft o incluso Tesla tienen planes para mejorar el tráfico y la calidad de vida en la ciudad, pero de momento no se atreven a promover un nuevo tipo de vivienda.

¿Cuándo le llegará el momento a una vivienda que salga del marco regulatorio actual, imposible de modificar sin dedicar décadas de abogados y una fortuna?

¿Para cuándo viviendas “entry level” que no sean legalmente “viviendas” pero se pueda “habitar” en ellas, que no estén atadas a un solar, puedan moverse, crecer o reducirse, según las necesidades de su morador o moradores?

by nicolas.boullosa

via *faircompanies latest featured http://ift.tt/1WkFNSV

Buscavidas y su sombra: de conocimiento heredado a percibido

Thu, 7 Apr 2016 07:30:58 -0400

Comer una magdalena nunca se reduce a la acción tal y como sería percibida por un ser que careciera de sentidos, experiencia y conciencia de estar en un lugar y en un momento (espacio y tiempo).

La magdalena de Proust debe ser una de las escenas literarias más comentadas de la historia, y uno de los objetos-fetiche citados por más personas que no han leído por completo la obra a la que hace referencia: En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust.

Por suerte, la escena tiene lugar en la primera entrega (Por el camino de Swann) de una obra de siete volúmenes; ¿merece la pena recordar la magdalena de Proust? Sí, si se considera el pasaje.

Metafísica de la presencia

La magdalena, acompañada por una taza de té, evoca (con su “presencia”: sabor, textura, aroma, expectativas de la acción de degustarla, etc.) recuerdos de la infancia del autor, ya que el estímulo que tiene lugar en el presente reverbera en su conciencia, y trae a la mente momentos y sensaciones de la infancia al comer una magdalena. 

Sus padres y su tía Leoncia, con un aspecto y relación distinta con él y entre sí mismos durante cada magdalena recordada, también están presentes mientras toma la magdalena con té en el “ahora” que se escurre. 

Una magdalena para reflexionar sobre fenomenología, “presencia”, conciencia, sentido del tiempo y conceptos como el de “eterno retorno”, que quizá Nietzsche asoció más con la percepción que con un sentido más literal. La experiencia nos invita a un eterno retorno de momentos asociados que enriquecen nuestra experiencia, a medida que se acumulan los puntos de vista sobre acciones en apariencia tan anodinas como comerse una magdalena rehogada en té.

La magdalena es un ejemplo, no un tótem

Angelique Chrisafis nos recuerda en The Guardian que la magdalena no eligió a Proust, sino que Proust eligió a la magdalena: el objeto no es un fetiche, apenas un cebo narrativo implantado en el texto por el escritor francés para, precisamente, evocar la complejidad de nuestras reflexiones, que también conforman el “presente” pero incluyen experiencia, “eterno retorno” de percepciones y asociaciones (algunas sin lenguaje asociado), esperanzas y proyecciones sobre el futuro, etc.

No debemos adorar a la magdalena, porque el escritor de En busca del tiempo perdido, explica Angelique Chrisafis, pensó en lograr el mismo efecto usando una tostada untada de miel o un bizcocho, en lugar del pequeño y esponjoso bollo, tan inocente y sensual.

La tostada con miel nos habría empalagado algo más, y los recuerdos evocadores que conservan cierta elegancia no pueden quizá pasarse de azúcar o ser más pastel que tentempié, como habría ocurrido con el bizcocho, que supera al bollo en la escala repostera. 

Los atavismos de la experiencia vs. la frescura de la percepción

Quizá Marcel Proust sopesó todo esto antes de decidir, o quizá no. Está claro que entendía el perspectivismo de Nietzsche e interpretaciones artísticas de la realidad que tratan de ahondar en la dilatación del presente y su proyección en pasado y porvenir, desde el cubismo a las esculturas de Eduardo Chillida que tratan de “conversar” con los elementos, peinando vientos, cantando, jugando con la luz con la travesura de un niño y mucho más. 

No es casual que Martin Heidegger y Eduardo Chillida hicieran buenas migas (¿migas de magdalena?), hasta acabar colaborando, preguntándose por qué las cosas no sólo “están” en el espacio, sino que “son” parte de él. 

Chillida no creía en la experiencia porque, decía, era “conservadora”. En esta apreciación, coincidía con Nietzsche, quien creía que toda nuestra experiencia se sostiene sobre los hombros de preconcepciones y visiones del mundo formuladas hace tanto tiempo que lo hemos olvidado, creando fenómenos como -según el filósofo- la mentalidad de rebaño y las deformaciones del pensamiento platónico y cristiano, sustituyendo la religión sin salir del mismo marco de realidad (de Dios a marxismo o a nacionalismo).

Por qué Nietzsche eligió el perspectivismo

En lugar de la experiencia, Nietzsche por la percepción. También lo hacen Heidegger y Chillida. No se trata de elegir algo más cierto sobre algo menos cierto, pero la percepción hace el esfuerzo (quizá ingenuo) de situarse en la realidad con frescura, sin tomar ideas prestadas de percepciones de segunda mano que se basan a su vez en viejas ideas. 

O, al menos, depender de la percepción en lugar de la experiencia detectada conscientemente: como Nietzsche detectará (y aquí reside la vaguedad de su filosofía y la necesidad de recurrir a parábolas, como las primeras obras epopéyicas de inicio de una cultura, antes de que el poso de generaciones haya olvidado la frescura del origen), “el mundo se puede conocer; pero es por lo demás ’interpretable’ [énfasis del autor], no tiene un significado tras él, sino incontables significados”.

“‘Perspectivismo’ -prosigue Nietzsche-. Son nuestras necesidades las que interpretan el mundo; ‘nuestros impulsos y sus pros y contras [énfasis del autor]’”. Y es aquí cuando Nietzsche menciona que cada impulso es muestra del deseo de controlar la realidad (voluntad de poder). 

Cuando las interpretaciones batallan por imponer su matiz en el relato

Percepciones y normas surgen de esta competición por distintas interpretaciones de las cosas y distintos impulsos personales (lo que Schopenhauer había llamado “voluntad de vivir” y Nietzsche descartó por pesimista, otorgando un significado a esta búsqueda e identificándola con afirmar un potencial, crear, convertirse en algo mejor, ser consecuente con el propio potencial.  

La “voluntad de poder” de Nietzsche entra en conflicto con la mentalidad que interpreta la realidad según percepciones que ha tomado prestadas al no haber cuestionado la tradición: la mentalidad de rebaño pone a quienes quieren observar la realidad desde distintas perspectivas en una situación complicada.

Henry David Thoreau no se refirió al perspectivismo ni a la “voluntad de poder”, pero sintió de manera similar a Nietzsche la falta de sincronización entre el individuo y su propia naturaleza, debido a la insistencia de la sociedad a seguir unos cánones obligatorios, si uno aspira a ser un buen ciudadano.

Un ritmo interior

Thoreau huía de la vida convencional: acabó tarde de estudiar y dudó durante años sobre el sentido de “madurar” según sus coetáneos: trabajar duro para pagar un préstamo hipotecario y llevar una vida convencional como el resto de vecinos de Concord. 

Julie Beck recupera en The Atlantic la dificultad de Thoreau para convertirse en el “adulto” que sus allegados veían en él. Afortunadamente, no lo consiguieron del todo y Thoreau siguió preguntándose si “vivir” consistía en lo que él estaba haciendo.

Así que ensayos como Walden son una muestra de la falta de sintonía entre lo que el grupo demanda del individuo y el impulso del propio individuo para, en palabras del propio Thoreau, seguir su propio ritmo: “Si un hombre no sigue el ritmo de sus compañeros, quizá es porque oye el son de un distinto tambor. Dejémosle seguir el paso del son que escucha, más allá de su medida y distancia”.

Y también: “El hombre que marcha solo puede partir hoy; pero quien viaja con alguien debe esperar hasta que el otro esté listo”.

Herederos de un concepto reduccionista de la realidad

La realidad percibida es más rica y compleja de lo que la filosofía y la ciencia constataron hasta los existencialistas del XIX, que se extrañaron de que nadie prestara más atención a esa relación escurridiza de “estar en el mundo”: siempre parece haber algo en nuestra mente, siempre estamos en algún sitio, el tiempo discurre hagamos lo que hagamos…

Nietzsche se extrañó de que la percepción occidental de la realidad dependiera de ideas concebidas por tan pocas personas: Aristóteles había definido la realidad como lo presente ante nosotros en un momento determinado, y esta instantánea de la realidad pasó desde entonces como “la” realidad, sin que nadie volviera a prestar atención al tema hasta el siglo XIX.

El presente está conformado por perspectivas y es distinto en función del observador, de modo que la idea de definir la realidad como análisis presencial de un instante determinado es tan reduccionista como resumir una película en un único fotograma, o creer que el objeto que aparece en una fotografía es únicamente como allí aparece.

Liberando a la realidad de los atavismos del espectador

El perspectivismo de Nietzsche fue el punto de partida de la fenomenología que desarrollarían los existencialistas, o explorar la realidad sin ideas preconcebidas, renunciando al marco de ideas que la tradición ha fundido con lo cotidiano hasta hacernos creer que forman parte de lo inmutable.

Para Nietzsche y después Heidegger o Derrida, entre otros, una acción determinada en un momento y lugar determinados puede experimentarse y definirse desde innumerables puntos de vista, cualquiera de los cuales sería válido y representativo, pero nunca la “única” respuesta que definiera la realidad. 

Intentos artísticos surgidos con los vanguardismos del siglo XX trataron de afrontar esta toma de conciencia observando la realidad desde retazos más próximos al impresionismo que al realismo académico, pero pronto el impresionismo agotó sus posibilidades y se optó por el collage y el cubismo en pintura, la escritura automática o con distintas perspectivas (incluyendo el narrador interior) y pedazos en apariencia deshilachados de realidad y puntos de vista contradictorios o colectivos (La tierra baldía, Ulises, Manhattan Transfer…). 

El cine y el cómic enriquecieron el nuevo lenguaje perspectivista, pero la fenomenología trató de ir todavía más allá, redefiniendo el propio concepto de “presencia”, que en Occidente dependía todavía de comentarios de Aristóteles y su interpretación a lo largo de los siglos.

Hipertexto, videojuegos, realidad virtual 

Algunos modos de expresión se acercan a la promesa perceptiva de la fenomenología: comprender una realidad más completa, desde más perspectivas, más crítica consigo misma, una realidad observada más parecida al concepto oriental de transitoriedad (la realidad vista como un flujo energético dinámico y no estático, una “aventura dinámica” más que la contemplación de una instantánea al estilo de la tradición occidental).

Esta realidad más completa trata de expresar lo que vemos-sentimos en un presente alargado, con objetos que “tiemblan” en una evolución que contiene pasado, presente y potencial futuro: entre estos lenguajes “aumentados”, destacan la aproximación del hipertexto, los videojuegos que emulan distintos puntos de vista y, últimamente, la realidad virtual. 

La realidad virtual promete jugar al equívoco con nuestra percepción y recordarnos alegorías de todos los tiempos, desde el mito de la caverna de Platón al concepto de realidad de George Berkeley (según el cual la realidad es creada por la mente y lo que se escapa a esta creación individual es fruto de Dios), a The Matrix (una revisión de Platón y George Berkeley, pero cambiando Demiurgo/Dios por máquinas). 

Hilando un relato: el “intérprete” de nuestro cerebro

Quienes han probado Oculus Rift con asistente de movimiento saben que ya es posible engañar a nuestros sentidos y experimentar vértigo, marearse en una montaña rusa o surfear en un atolón sin moverse. 

Es sólo el principio, pero esta tosca simulación de la realidad nos recuerda que todo lo que sabemos del Universo procede de una interpretación de segunda mano a través del filtro de nuestros sentidos, usando un modo de expresión y desarrollo conceptual tan relacionado con mitos y lenguaje que ahora sabemos que hay una parte delimitada de nuestro cerebro, bautizada acertadamente “intérprete”, que nos ayuda a convertir los estímulos que recibimos en un “relato”.

Hay personas con daños cerebrales cuya atrofia entre el intérprete y el proceso de recuerdos e información obtenida por los sentidos les impide sentirse parte de un relato, privados de otra característica primordial definida por Aristóteles que nadie ha osado cambiar: la definición de ser humano como “animal político” (animal de la polis, animal social: gregario).

Cementerio de las percepciones

Pero las dos corrientes filosóficas mencionadas, la continental (fenomenología: Martin Heidegger, Jean-Paul Sartre) y la anglosajona (filosofía analítica: Ludwig Wittgenstein), ambas decididas a observar la realidad tal y como se presenta, sin herencias ni preconcepciones, se toparon rápidamente con una limitación que todavía persiste: puestos a ser escépticos sobre herencias, el propio lenguaje que usamos está cargado de tradición, ideas preconcebidas, rencillas y prejuicios olvidados por la historia, etc.

Si para observar el mundo, dependemos de nuestros sentidos (primer filtro) y de un lenguaje (segundo filtro), ¿cómo tratar de observar lo “real” sin contaminarnos por la historia o lo que otros han pensado? Tanto fenomenólogos como Ludwig Wittgenstein reconocerían estas limitaciones, sobre todo este último, que dedicaría la segunda parte de su carrera hasta su muerte a desdecirse de lo observado (con brillantez, por cierto) en la primera parte (Tractatus logico-philosophicus).

O dicho por Nietzsche: “Hemos visto cómo es en primer término el lenguaje el que trabaja en la construcción de conceptos, una labor asumida en tiempos posteriores por la ciencia. Del mismo modo que la abeja construye celdas y las llena de miel simultáneamente, la ciencia trabaja sin cesar en su gran palomar de conceptos, el cementerio de las percepciones”.

Cuando ciencia, nación e ideologías sustituyeron a religión

Demasiada definición marchita la frescura y hunde la poderosa ingenuidad de nuestra percepción: de ahí que muchos artistas y polímatas elogien la percepción de la realidad durante la infancia, antes de que la socialización y el conocimiento adquirido (repetir lo que han pensado otros) sustituyan como una losa lo que procede de la intuitiva observación de la realidad sin cortapisas.

Nietzsche creía que la mentalidad que nos ha dominado nacía con la interpretación de la obra de Sócrates por Platón, incluyendo dentro de este marco de realidad a conceptos que pensamos tan sólidos como la propia definición de empirismo y ciencia, pero también la metafísica, etc.

Llegamos al siglo XX y la literatura, en paralelo con las otras artes y la filosofía (fenomenología, filosofía analítica de Wittgenstein), quiere observar la realidad también con frescura, sin depender del historicismo en el que insistían las corrientes dominantes del pensamiento (marxismo y nacionalismo sustituían a la Iglesia sin salir de su esquema, había expuesto Nietzsche). 

Hablar con palabras prestadas

La experiencia humana era, según Nietzsche, agridulce, ya que las sociedades cada vez más formadas y laicas siguieron persiguiendo “la sombra de Dios”, con instituciones que persisten en el comportamiento como la condena del alma impura, la propia separación entre lo puro (alma) y lo impuro (cuerpo), el sentimiento de culpa, la asociación de lo débil con lo bueno y virtuoso, mientras lo poderoso y vital (lo anteriormente virtuoso) con lo malvado.

Las palabras y su significado contienen tradiciones, luchas ideológicas, cosmovisiones, etc. Existe, decía Nietzsche, “un riesgo lingüístico contra la libertad espiritual”. Cada palabra es un prejuicio (al haberse impuesto a otras interpretaciones de la realidad).

En la tercera parte de su ensayo Humano, demasiado humano, Nietzsche reflexiona acerca de la figura del caminante y su sombra: el caminante es una figura noble y que pretende celebrar la vida buscando un propósito según su naturaleza, pero todavía no se ha desprendido del todo de una concepción del mundo dada (con una visión de la vida, de lo positivo y lo negativo, de Dios): su sombra.

Transhumanismo y chamanismo

Sobre el caminante, dice: “Quien sólo ha conseguido en parte una libertad de la razón [incompleta, al carecer del vitalismo y fuerza que, según el filósofo alemán, tendría quien supiera reconectar cuerpo y mente, lo dionisíaco y lo apolíneo] no puede sentirse en la tierra de otro modo que como un caminante”.

El tránsito hacia el individuo que quiere lograr su potencial (Übermensch) influyó sobre movimientos como el transhumanismo, pero en este caso la transformación humana se lograría con “aumentadores” externos (tecnología), potenciando tanto el físico como el intelecto. 

Aldous Huxley o Timothy Leary, entre otros, optaron por aumentar las capacidades humanas experimentando con sustancias psicotrópicas, reivindicando el chamanismo como método de expansión perceptiva. La meditación o el esfuerzo físico logran resultados similares a largo plazo en el cerebro.

En ocasiones, un caminante avanza por inercia, pero otras veces observa la misma realidad con nuevos ojos, y ésta se muestra entonces “auténtica”, o acorde con la propia personalidad del caminante (que no sólo observa esta realidad, sino que participa en ella).

Zhuangzi y la mariposa

La participación del caminante en la realidad (camina, busca, se esfuerza por percibir, por lograr la frescura que intuye) está presente en la concepción de la existencia en la filosofía oriental. 

Para el taoísmo, el auténtico caminante se centra en el camino y no en llegar, y aprecia cada lugar y cosa por sí misma, al observar el “tao” o flujo de la existencia desde un punto de observación y participación determinado. Lao-Tsé (a quien se atribuye el Tao Te Ching, base del taoísmo): “Un buen viajero no tiene plan fijo ni la intención de llegar”.

El caminante que no puede desprenderse de su sombra que describe Nietzsche en su alegoría de la tercera parte de “Humano, demasiado humano” se parece al filósofo taoísta errante y protoanarquista Zhuangzi.

Para Zhuangzi, nuestro lenguaje y manera de ver el mundo dependen de nuestra perspectiva, por lo que debemos mantener nuestro escepticismo sobre lo que creemos inequívoco, pues hay distintas versiones de todas las cosas. Se le atribuye una parábola: una noche soñó que era una mariposa, pero al despertar reflexionó acerca de si era un hombre que había soñado ser una mariposa, o una mariposa soñando que era un hombre.

Estar-en-el-mundo

Un punto de vista muy próximo al de Nietzsche y los fenomenólogos: nuestra experiencia y visión del mundo depende tanto de nuestro lugar y circunstancias que deberíamos cuestionar lo que aceptamos sin escepticismo.

Para Nietzsche, el individuo que comprende que puede convertirse en creador fundando sus propios términos y reconciliándose con sus fuerzas dionisíacas (cuerpo) y apolíneas (mente), sin obsesionarse con su “sombra” (la herencia de una cultura, un lenguaje, un mundo construidos en función de estos condicionantes), sabe como los taoístas que el buen caminante no tiene intención de llegar, sino que se conforma con buscar con toda su fuerza interna la mejor versión de sí mismo. 

El buen caminante se proyecta sobre la realidad con autenticidad, fusionándose con lo circundante de un modo similar a lo descrito por Martin Heidegger (Dasein) o por la filosofía oriental (ichinen, o fusión -nen- de sujeto -i- y energía -chi-).

Nuevos ojos

En este saber estar en el mundo, volviendo a Marcel Proust -y a su magdalena- para terminar (o para empezar, o para proseguir), “El verdadero viaje de descubrimiento consiste no en ver nuevos paisajes, sino en tener nuevos ojos”.

Y recordar que una magdalena rehogada en té puede ser algo tan anodino como denotaría su descripción semántica aislada de otras percepciones… o por el contrario un mundo que se abre ante nosotros.

Para Henry Miller, “si siempre estamos llegando o partiendo, también es verdad que estamos eternamente anclados. El propio destino nunca es un lugar, sino más bien un nuevo modo de mirar a las cosas”.

by nicolas.boullosa

via *faircompanies latest featured http://ift.tt/1WPOPYE

Terunobu Fujimori floating tea houses celebrate impermanence

Sun, 13 Mar 2016 16:09:07 -0400

The buildings designed by Japanese architect Terunobu Fujimori seem straight out of a fairytale, but it’s his treehouses- with names like the “Too-high Teahouse” and “Flying Mud Boat”- that seem touched by magic.

When Fujimori designed his first building, he was 45-years-old and a well-known architectural historian and author so he felt pressure not to simply copy his peers, or anyone in architectural history. With this first work, the Jinchokan Moriya Historical Museum, he reached back to the Neolithic period for inspiration, using mud-and-mortar walls and tree trunks shooting out from the roof.

In the past 25 years, Fujimori has continued to experiment with his Neolithic modernism: a mix of natural materials and whimsical designs. He designed his own home, Tanpopo House, with volcanic-rock siding and glass and dandelions sprouting from the roof. The Lamune Hot Spring House was built around pine trees with their spires escaping from the roof. A building for a sake brewery, the Camellia Castle, is covered with grass and stone in a checkerboard pattern. A children’s museum, the Nemunoki Museum of Art, is covered in hand-rolled copper and living grass to resemble a “hairy mammoth”.

Despite his success in creating fairytale homes and museums, Fujimori’s most fantastical work is his teetering teahouses. We visited two in his hometown in Chino, Nagano, Japan: his “Takasugi-an”, the “Too-high Teahouse”, is perched 20 feet in the air on two slim chestnut trees; his “Flying Mud Boat” is suspended only by wire-thin cables.

by kirstendirksen

via *faircompanies latest featured http://ift.tt/22ZEnNT

Sunbathed small wooden studio in calm forest near Barcelona

Sun, 6 Mar 2016 15:08:41 -0500

Tasked with building a tiny studio in the hills outside Barcelona, architect Pablo Serrano Elorduy created an all-wooden shelter stunning in its simplicity, efficient thanks to smart design.

The orientation takes advantage of Spanish sun for heating: large windows open the South side to winter sun; protective shading blocks direct summer sun. Serrano cut small windows into the North side (even though the steep hillside blocks any views) so that temperature and pressure differences produce natural cross ventilation and cooling during summer months.

Prefab construction assured minimal waste of building materials and more importantly, provided a continuous layer of insulation (natural biodegradable wood fiber with an extra breathable layer to minimize internal condensation). By eliminating thermal bridges, the home is up to 80% more efficient in climate control than a conventional build.

The building’s timber was sourced from the Catalan Pyrenees (just 2 hours away) from PEFC- certified forests. The exterior is finished in autoclaved-treated fir wood, the interior finishes are 3-layered plywood and pine, with the non-visible stuff (e.g. backs of cabinets) a more affordable OSB.

The studio is just 76 square meters (818 square feet), but the open plan makes the space feel large. Currently it’s being used as an office for two, but, complete with wooden bathroom and shower (lacking only a kitchen), it was built to be easily transformed into a small home.

Water is captured from the roof and surrounding pavement and stored in 7 water tanks (holding up to 10 cubic meters of water) which is used for watering the very large, organic kitchen garden lower on the hill.

by kirstendirksen

via *faircompanies latest featured http://ift.tt/1WPOp4w

Buscavidas y su sombra: de conocimiento heredado a percibido

Thu, 7 Apr 2016 07:30:58 -0400

Comer una magdalena nunca se reduce a la acción tal y como sería percibida por un ser que careciera de sentidos, experiencia y conciencia de estar en un lugar y en un momento (espacio y tiempo).

La magdalena de Proust debe ser una de las escenas literarias más comentadas de la historia, y uno de los objetos-fetiche citados por más personas que no han leído por completo la obra a la que hace referencia: En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust.

Por suerte, la escena tiene lugar en la primera entrega (Por el camino de Swann) de una obra de siete volúmenes; ¿merece la pena recordar la magdalena de Proust? Sí, si se considera el pasaje.

Metafísica de la presencia

La magdalena, acompañada por una taza de té, evoca (con su “presencia”: sabor, textura, aroma, expectativas de la acción de degustarla, etc.) recuerdos de la infancia del autor, ya que el estímulo que tiene lugar en el presente reverbera en su conciencia, y trae a la mente momentos y sensaciones de la infancia al comer una magdalena. 

Sus padres y su tía Leoncia, con un aspecto y relación distinta con él y entre sí mismos durante cada magdalena recordada, también están presentes mientras toma la magdalena con té en el “ahora” que se escurre. 

Una magdalena para reflexionar sobre fenomenología, “presencia”, conciencia, sentido del tiempo y conceptos como el de “eterno retorno”, que quizá Nietzsche asoció más con la percepción que con un sentido más literal. La experiencia nos invita a un eterno retorno de momentos asociados que enriquecen nuestra experiencia, a medida que se acumulan los puntos de vista sobre acciones en apariencia tan anodinas como comerse una magdalena rehogada en té.

La magdalena es un ejemplo, no un tótem

Angelique Chrisafis nos recuerda en The Guardian que la magdalena no eligió a Proust, sino que Proust eligió a la magdalena: el objeto no es un fetiche, apenas un cebo narrativo implantado en el texto por el escritor francés para, precisamente, evocar la complejidad de nuestras reflexiones, que también conforman el “presente” pero incluyen experiencia, “eterno retorno” de percepciones y asociaciones (algunas sin lenguaje asociado), esperanzas y proyecciones sobre el futuro, etc.

No debemos adorar a la magdalena, porque el escritor de En busca del tiempo perdido, explica Angelique Chrisafis, pensó en lograr el mismo efecto usando una tostada untada de miel o un bizcocho, en lugar del pequeño y esponjoso bollo, tan inocente y sensual.

La tostada con miel nos habría empalagado algo más, y los recuerdos evocadores que conservan cierta elegancia no pueden quizá pasarse de azúcar o ser más pastel que tentempié, como habría ocurrido con el bizcocho, que supera al bollo en la escala repostera. 

Los atavismos de la experiencia vs. la frescura de la percepción

Quizá Marcel Proust sopesó todo esto antes de decidir, o quizá no. Está claro que entendía el perspectivismo de Nietzsche e interpretaciones artísticas de la realidad que tratan de ahondar en la dilatación del presente y su proyección en pasado y porvenir, desde el cubismo a las esculturas de Eduardo Chillida que tratan de “conversar” con los elementos, peinando vientos, cantando, jugando con la luz con la travesura de un niño y mucho más. 

No es casual que Martin Heidegger y Eduardo Chillida hicieran buenas migas (¿migas de magdalena?), hasta acabar colaborando, preguntándose por qué las cosas no sólo “están” en el espacio, sino que “son” parte de él. 

Chillida no creía en la experiencia porque, decía, era “conservadora”. En esta apreciación, coincidía con Nietzsche, quien creía que toda nuestra experiencia se sostiene sobre los hombros de preconcepciones y visiones del mundo formuladas hace tanto tiempo que lo hemos olvidado, creando fenómenos como -según el filósofo- la mentalidad de rebaño y las deformaciones del pensamiento platónico y cristiano, sustituyendo la religión sin salir del mismo marco de realidad (de Dios a marxismo o a nacionalismo).

Por qué Nietzsche eligió el perspectivismo

En lugar de la experiencia, Nietzsche por la percepción. También lo hacen Heidegger y Chillida. No se trata de elegir algo más cierto sobre algo menos cierto, pero la percepción hace el esfuerzo (quizá ingenuo) de situarse en la realidad con frescura, sin tomar ideas prestadas de percepciones de segunda mano que se basan a su vez en viejas ideas. 

O, al menos, depender de la percepción en lugar de la experiencia detectada conscientemente: como Nietzsche detectará (y aquí reside la vaguedad de su filosofía y la necesidad de recurrir a parábolas, como las primeras obras epopéyicas de inicio de una cultura, antes de que el poso de generaciones haya olvidado la frescura del origen), “el mundo se puede conocer; pero es por lo demás ’interpretable’ [énfasis del autor], no tiene un significado tras él, sino incontables significados”.

“‘Perspectivismo’ -prosigue Nietzsche-. Son nuestras necesidades las que interpretan el mundo; ‘nuestros impulsos y sus pros y contras [énfasis del autor]’”. Y es aquí cuando Nietzsche menciona que cada impulso es muestra del deseo de controlar la realidad (voluntad de poder). 

Cuando las interpretaciones batallan por imponer su matiz en el relato

Percepciones y normas surgen de esta competición por distintas interpretaciones de las cosas y distintos impulsos personales (lo que Schopenhauer había llamado “voluntad de vivir” y Nietzsche descartó por pesimista, otorgando un significado a esta búsqueda e identificándola con afirmar un potencial, crear, convertirse en algo mejor, ser consecuente con el propio potencial.  

La “voluntad de poder” de Nietzsche entra en conflicto con la mentalidad que interpreta la realidad según percepciones que ha tomado prestadas al no haber cuestionado la tradición: la mentalidad de rebaño pone a quienes quieren observar la realidad desde distintas perspectivas en una situación complicada.

Henry David Thoreau no se refirió al perspectivismo ni a la “voluntad de poder”, pero sintió de manera similar a Nietzsche la falta de sincronización entre el individuo y su propia naturaleza, debido a la insistencia de la sociedad a seguir unos cánones obligatorios, si uno aspira a ser un buen ciudadano.

Un ritmo interior

Thoreau huía de la vida convencional: acabó tarde de estudiar y dudó durante años sobre el sentido de “madurar” según sus coetáneos: trabajar duro para pagar un préstamo hipotecario y llevar una vida convencional como el resto de vecinos de Concord. 

Julie Beck recupera en The Atlantic la dificultad de Thoreau para convertirse en el “adulto” que sus allegados veían en él. Afortunadamente, no lo consiguieron del todo y Thoreau siguió preguntándose si “vivir” consistía en lo que él estaba haciendo.

Así que ensayos como Walden son una muestra de la falta de sintonía entre lo que el grupo demanda del individuo y el impulso del propio individuo para, en palabras del propio Thoreau, seguir su propio ritmo: “Si un hombre no sigue el ritmo de sus compañeros, quizá es porque oye el son de un distinto tambor. Dejémosle seguir el paso del son que escucha, más allá de su medida y distancia”.

Y también: “El hombre que marcha solo puede partir hoy; pero quien viaja con alguien debe esperar hasta que el otro esté listo”.

Herederos de un concepto reduccionista de la realidad

La realidad percibida es más rica y compleja de lo que la filosofía y la ciencia constataron hasta los existencialistas del XIX, que se extrañaron de que nadie prestara más atención a esa relación escurridiza de “estar en el mundo”: siempre parece haber algo en nuestra mente, siempre estamos en algún sitio, el tiempo discurre hagamos lo que hagamos…

Nietzsche se extrañó de que la percepción occidental de la realidad dependiera de ideas concebidas por tan pocas personas: Aristóteles había definido la realidad como lo presente ante nosotros en un momento determinado, y esta instantánea de la realidad pasó desde entonces como “la” realidad, sin que nadie volviera a prestar atención al tema hasta el siglo XIX.

El presente está conformado por perspectivas y es distinto en función del observador, de modo que la idea de definir la realidad como análisis presencial de un instante determinado es tan reduccionista como resumir una película en un único fotograma, o creer que el objeto que aparece en una fotografía es únicamente como allí aparece.

Liberando a la realidad de los atavismos del espectador

El perspectivismo de Nietzsche fue el punto de partida de la fenomenología que desarrollarían los existencialistas, o explorar la realidad sin ideas preconcebidas, renunciando al marco de ideas que la tradición ha fundido con lo cotidiano hasta hacernos creer que forman parte de lo inmutable.

Para Nietzsche y después Heidegger o Derrida, entre otros, una acción determinada en un momento y lugar determinados puede experimentarse y definirse desde innumerables puntos de vista, cualquiera de los cuales sería válido y representativo, pero nunca la “única” respuesta que definiera la realidad. 

Intentos artísticos surgidos con los vanguardismos del siglo XX trataron de afrontar esta toma de conciencia observando la realidad desde retazos más próximos al impresionismo que al realismo académico, pero pronto el impresionismo agotó sus posibilidades y se optó por el collage y el cubismo en pintura, la escritura automática o con distintas perspectivas (incluyendo el narrador interior) y pedazos en apariencia deshilachados de realidad y puntos de vista contradictorios o colectivos (La tierra baldía, Ulises, Manhattan Transfer…). 

El cine y el cómic enriquecieron el nuevo lenguaje perspectivista, pero la fenomenología trató de ir todavía más allá, redefiniendo el propio concepto de “presencia”, que en Occidente dependía todavía de comentarios de Aristóteles y su interpretación a lo largo de los siglos.

Hipertexto, videojuegos, realidad virtual 

Algunos modos de expresión se acercan a la promesa perceptiva de la fenomenología: comprender una realidad más completa, desde más perspectivas, más crítica consigo misma, una realidad observada más parecida al concepto oriental de transitoriedad (la realidad vista como un flujo energético dinámico y no estático, una “aventura dinámica” más que la contemplación de una instantánea al estilo de la tradición occidental).

Esta realidad más completa trata de expresar lo que vemos-sentimos en un presente alargado, con objetos que “tiemblan” en una evolución que contiene pasado, presente y potencial futuro: entre estos lenguajes “aumentados”, destacan la aproximación del hipertexto, los videojuegos que emulan distintos puntos de vista y, últimamente, la realidad virtual. 

La realidad virtual promete jugar al equívoco con nuestra percepción y recordarnos alegorías de todos los tiempos, desde el mito de la caverna de Platón al concepto de realidad de George Berkeley (según el cual la realidad es creada por la mente y lo que se escapa a esta creación individual es fruto de Dios), a The Matrix (una revisión de Platón y George Berkeley, pero cambiando Demiurgo/Dios por máquinas). 

Hilando un relato: el “intérprete” de nuestro cerebro

Quienes han probado Oculus Rift con asistente de movimiento saben que ya es posible engañar a nuestros sentidos y experimentar vértigo, marearse en una montaña rusa o surfear en un atolón sin moverse. 

Es sólo el principio, pero esta tosca simulación de la realidad nos recuerda que todo lo que sabemos del Universo procede de una interpretación de segunda mano a través del filtro de nuestros sentidos, usando un modo de expresión y desarrollo conceptual tan relacionado con mitos y lenguaje que ahora sabemos que hay una parte delimitada de nuestro cerebro, bautizada acertadamente “intérprete”, que nos ayuda a convertir los estímulos que recibimos en un “relato”.

Hay personas con daños cerebrales cuya atrofia entre el intérprete y el proceso de recuerdos e información obtenida por los sentidos les impide sentirse parte de un relato, privados de otra característica primordial definida por Aristóteles que nadie ha osado cambiar: la definición de ser humano como “animal político” (animal de la polis, animal social: gregario).

Cementerio de las percepciones

Pero las dos corrientes filosóficas mencionadas, la continental (fenomenología: Martin Heidegger, Jean-Paul Sartre) y la anglosajona (filosofía analítica: Ludwig Wittgenstein), ambas decididas a observar la realidad tal y como se presenta, sin herencias ni preconcepciones, se toparon rápidamente con una limitación que todavía persiste: puestos a ser escépticos sobre herencias, el propio lenguaje que usamos está cargado de tradición, ideas preconcebidas, rencillas y prejuicios olvidados por la historia, etc.

Si para observar el mundo, dependemos de nuestros sentidos (primer filtro) y de un lenguaje (segundo filtro), ¿cómo tratar de observar lo “real” sin contaminarnos por la historia o lo que otros han pensado? Tanto fenomenólogos como Ludwig Wittgenstein reconocerían estas limitaciones, sobre todo este último, que dedicaría la segunda parte de su carrera hasta su muerte a desdecirse de lo observado (con brillantez, por cierto) en la primera parte (Tractatus logico-philosophicus).

O dicho por Nietzsche: “Hemos visto cómo es en primer término el lenguaje el que trabaja en la construcción de conceptos, una labor asumida en tiempos posteriores por la ciencia. Del mismo modo que la abeja construye celdas y las llena de miel simultáneamente, la ciencia trabaja sin cesar en su gran palomar de conceptos, el cementerio de las percepciones”.

Cuando ciencia, nación e ideologías sustituyeron a religión

Demasiada definición marchita la frescura y hunde la poderosa ingenuidad de nuestra percepción: de ahí que muchos artistas y polímatas elogien la percepción de la realidad durante la infancia, antes de que la socialización y el conocimiento adquirido (repetir lo que han pensado otros) sustituyan como una losa lo que procede de la intuitiva observación de la realidad sin cortapisas.

Nietzsche creía que la mentalidad que nos ha dominado nacía con la interpretación de la obra de Sócrates por Platón, incluyendo dentro de este marco de realidad a conceptos que pensamos tan sólidos como la propia definición de empirismo y ciencia, pero también la metafísica, etc.

Llegamos al siglo XX y la literatura, en paralelo con las otras artes y la filosofía (fenomenología, filosofía analítica de Wittgenstein), quiere observar la realidad también con frescura, sin depender del historicismo en el que insistían las corrientes dominantes del pensamiento (marxismo y nacionalismo sustituían a la Iglesia sin salir de su esquema, había expuesto Nietzsche). 

Hablar con palabras prestadas

La experiencia humana era, según Nietzsche, agridulce, ya que las sociedades cada vez más formadas y laicas siguieron persiguiendo “la sombra de Dios”, con instituciones que persisten en el comportamiento como la condena del alma impura, la propia separación entre lo puro (alma) y lo impuro (cuerpo), el sentimiento de culpa, la asociación de lo débil con lo bueno y virtuoso, mientras lo poderoso y vital (lo anteriormente virtuoso) con lo malvado.

Las palabras y su significado contienen tradiciones, luchas ideológicas, cosmovisiones, etc. Existe, decía Nietzsche, “un riesgo lingüístico contra la libertad espiritual”. Cada palabra es un prejuicio (al haberse impuesto a otras interpretaciones de la realidad).

En la tercera parte de su ensayo Humano, demasiado humano, Nietzsche reflexiona acerca de la figura del caminante y su sombra: el caminante es una figura noble y que pretende celebrar la vida buscando un propósito según su naturaleza, pero todavía no se ha desprendido del todo de una concepción del mundo dada (con una visión de la vida, de lo positivo y lo negativo, de Dios): su sombra.

Transhumanismo y chamanismo

Sobre el caminante, dice: “Quien sólo ha conseguido en parte una libertad de la razón [incompleta, al carecer del vitalismo y fuerza que, según el filósofo alemán, tendría quien supiera reconectar cuerpo y mente, lo dionisíaco y lo apolíneo] no puede sentirse en la tierra de otro modo que como un caminante”.

El tránsito hacia el individuo que quiere lograr su potencial (Übermensch) influyó sobre movimientos como el transhumanismo, pero en este caso la transformación humana se lograría con “aumentadores” externos (tecnología), potenciando tanto el físico como el intelecto. 

Aldous Huxley o Timothy Leary, entre otros, optaron por aumentar las capacidades humanas experimentando con sustancias psicotrópicas, reivindicando el chamanismo como método de expansión perceptiva. La meditación o el esfuerzo físico logran resultados similares a largo plazo en el cerebro.

En ocasiones, un caminante avanza por inercia, pero otras veces observa la misma realidad con nuevos ojos, y ésta se muestra entonces “auténtica”, o acorde con la propia personalidad del caminante (que no sólo observa esta realidad, sino que participa en ella).

Zhuangzi y la mariposa

La participación del caminante en la realidad (camina, busca, se esfuerza por percibir, por lograr la frescura que intuye) está presente en la concepción de la existencia en la filosofía oriental. 

Para el taoísmo, el auténtico caminante se centra en el camino y no en llegar, y aprecia cada lugar y cosa por sí misma, al observar el “tao” o flujo de la existencia desde un punto de observación y participación determinado. Lao-Tsé (a quien se atribuye el Tao Te Ching, base del taoísmo): “Un buen viajero no tiene plan fijo ni la intención de llegar”.

El caminante que no puede desprenderse de su sombra que describe Nietzsche en su alegoría de la tercera parte de “Humano, demasiado humano” se parece al filósofo taoísta errante y protoanarquista Zhuangzi.

Para Zhuangzi, nuestro lenguaje y manera de ver el mundo dependen de nuestra perspectiva, por lo que debemos mantener nuestro escepticismo sobre lo que creemos inequívoco, pues hay distintas versiones de todas las cosas. Se le atribuye una parábola: una noche soñó que era una mariposa, pero al despertar reflexionó acerca de si era un hombre que había soñado ser una mariposa, o una mariposa soñando que era un hombre.

Estar-en-el-mundo

Un punto de vista muy próximo al de Nietzsche y los fenomenólogos: nuestra experiencia y visión del mundo depende tanto de nuestro lugar y circunstancias que deberíamos cuestionar lo que aceptamos sin escepticismo.

Para Nietzsche, el individuo que comprende que puede convertirse en creador fundando sus propios términos y reconciliándose con sus fuerzas dionisíacas (cuerpo) y apolíneas (mente), sin obsesionarse con su “sombra” (la herencia de una cultura, un lenguaje, un mundo construidos en función de estos condicionantes), sabe como los taoístas que el buen caminante no tiene intención de llegar, sino que se conforma con buscar con toda su fuerza interna la mejor versión de sí mismo. 

El buen caminante se proyecta sobre la realidad con autenticidad, fusionándose con lo circundante de un modo similar a lo descrito por Martin Heidegger (Dasein) o por la filosofía oriental (ichinen, o fusión -nen- de sujeto -i- y energía -chi-).

Nuevos ojos

En este saber estar en el mundo, volviendo a Marcel Proust -y a su magdalena- para terminar (o para empezar, o para proseguir), “El verdadero viaje de descubrimiento consiste no en ver nuevos paisajes, sino en tener nuevos ojos”.

Y recordar que una magdalena rehogada en té puede ser algo tan anodino como denotaría su descripción semántica aislada de otras percepciones… o por el contrario un mundo que se abre ante nosotros.

Para Henry Miller, “si siempre estamos llegando o partiendo, también es verdad que estamos eternamente anclados. El propio destino nunca es un lugar, sino más bien un nuevo modo de mirar a las cosas”.

by nicolas.boullosa

via *faircompanies latest featured http://ift.tt/1WPOPYE

Terunobu Fujimori floating tea houses celebrate impermanence

Sun, 13 Mar 2016 16:09:07 -0400

The buildings designed by Japanese architect Terunobu Fujimori seem straight out of a fairytale, but it’s his treehouses- with names like the “Too-high Teahouse” and “Flying Mud Boat”- that seem touched by magic.

When Fujimori designed his first building, he was 45-years-old and a well-known architectural historian and author so he felt pressure not to simply copy his peers, or anyone in architectural history. With this first work, the Jinchokan Moriya Historical Museum, he reached back to the Neolithic period for inspiration, using mud-and-mortar walls and tree trunks shooting out from the roof.

In the past 25 years, Fujimori has continued to experiment with his Neolithic modernism: a mix of natural materials and whimsical designs. He designed his own home, Tanpopo House, with volcanic-rock siding and glass and dandelions sprouting from the roof. The Lamune Hot Spring House was built around pine trees with their spires escaping from the roof. A building for a sake brewery, the Camellia Castle, is covered with grass and stone in a checkerboard pattern. A children’s museum, the Nemunoki Museum of Art, is covered in hand-rolled copper and living grass to resemble a “hairy mammoth”.

Despite his success in creating fairytale homes and museums, Fujimori’s most fantastical work is his teetering teahouses. We visited two in his hometown in Chino, Nagano, Japan: his “Takasugi-an”, the “Too-high Teahouse”, is perched 20 feet in the air on two slim chestnut trees; his “Flying Mud Boat” is suspended only by wire-thin cables.

by kirstendirksen

via *faircompanies latest featured http://ift.tt/22ZEnNT