Lolcat home Japan: old parking becomes loft for couple, cats

Sun, 4 Oct 2015 05:17:08 -0400

Masayoshi and Yoko Matsumoto wanted a home designed for cats, because they love their cats and because they believe what’s good for cats is good for people.

Architect Hosaka Takeshi created a house called “Inside Out” that is nearly completely open to the surrounding nature. The bedroom and bathroom are enclosed in separate boxes on the ground floor. The living room/kitchen sits on top of the boxes and is completely open to the outdoors, though sliding glass doors can be closed during bad weather.

At first the Matsumotos had trouble understanding Takeshi’s Swiss-cheese style home design (both the walls and ceiling are littered with openings), but over time they have fallen in love with the space where nature seeps inside. Rain, snow, wind, bugs, birds all enter the space.

“They wanted the house to be designed with an environment which is favorable for the cats where they can go about freely and also have the natural elements coming in,” explains Takeshi. “If it’s suitable and nice for the cats it’s probably also nice and enjoyable for us humans.”

by kirstendirksen

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Robert M. Pirsig y ZMM: Calidad = filosofía + arte + ciencia

Tue, 6 Oct 2015 07:04:01 -0400

1974. Un ensayo sobre filosofía en clave autobiográfica cogía desprevenido al mundo editorial estadounidense con un éxito fulgurante.

Primero, eso sí, lo habían rechazado 121 editores, más que cualquier otro superventas.

En el libro, un desconocido filósofo que había abandonado la docencia universitaria por problemas mentales, describe el esfuerzo de su vida: descifrar la conexión entre el esfuerzo vocacional genuino de cada persona y un concepto a medio camino entre las ciencias aplicadas y las humanidades que todos sabemos reconocer, pero cuyo significado se diluye cuando lo intentamos definir: la “calidad”.

Zen, arte, mantenimiento de “sistemas”

El ensayo, una investigación sobre la metafísica de la calidad de los productos y la creatividad, así como de los valores que posibilitan esta “calidad”, más fácil de reconocer que de racionalizar de acuerdo con la tradición epistemológica, es uno de los libros más recomendados por gente solvente en las últimas décadas: Zen and the Art of Motorcycle Maintenance, título abreviado por su autor como ZMM.

La crisis mental de su autor, Robert M. Pirsig, “cristalizó” (como él mismo explica en el ensayo, comparando la pérdida de la cordura con el proceso químico mediante el cual las moléculas un gas, un líquido o una disolución establecen enlaces hasta formar una red cristalina).

(Robert M. Pirsig y su hijo Chris antes de emprender el viaje en motocicleta de 17 días que constituye el argumento de ZMM)

Este proceso, explica Pirsig sobre Phaedrus -su otro “Yo”, el de antes de la crisis al que se refiere en tercera persona-, se mantiene a menudo en una posibilidad (o potencial aristotélico), pues las moléculas de la solución requieren un “cristal semilla”, algo que “despierta” la posibilidad de cristalización, como un grano de polvo.

Su búsqueda lo había extenuado hasta tal punto que el comentario de un compañero de docencia sirvió de “cristal semilla”. A Pirsig le diagnosticaron esquizofrenia, le prohibieron enseñar y sometieron, contra su voluntad, a un agresivo control terapéutico.

Su afán de individualismo salió reforzado con la experiencia traumática, al ser sometido a tratamientos contra su voluntad. Tras recuperarse, probó distintos trabajos esporádicos, entre ellos el periodismo y la redacción de manuales técnicos de producto. Hasta que surgió la idea de escribir ZMM, a partir de pequeñas disertaciones.

Lo que detectamos pero no podemos explicar

Las ansias de Robert M. Pirsig por encontrar las leyes subyacentes de fenómenos más fáciles de detectar a través de la mera intuición pero que escapan a la lógica aproximan al autor con el filósofo analítico Ludwig Wittgenstein y su búsqueda igualmente quimérica de los secretos subyacentes a la intersección entre realidad y lenguaje. A menudo sabemos el significado y uso de una palabra, pero no podemos describir su significado ni delimitar claramente los supuestos usos.

Es la aparente desconexión entre intuición con aspiración racional (existe, pero no podemos inferir empíricamente) y racionalidad en sentido estricto (mediante razonamiento inductivo o deductivo), ya detectada en plena Ilustración por el escepticismo empirista de David Hume, así como por Immanuel Kant en su Crítica de la razón pura.

La intuición de David Hume acerca de la propia experiencia humana, que aproxima muchas de sus ideas a los postulados de la filosofía oriental, es el inicio de una grieta en el edificio occidental del Saber que, en plenos años sesenta y setenta, en la época del Robert M. Pirsig filósofo, eran socavones que amenazaban la propia integridad del edificio.

Salir de la zona de confort y subir a la montaña

El origen y funcionamiento de nuestra conciencia, especuló Hume, no sería dualista -separación entre cuerpo y espíritu- según la tradición occidental, sino fruto de una experiencia fluida a través de nuestra vida.

No podemos separar artilugios humanos como el lenguaje, la tecnología o la propia realidad interpretada de esta experiencia “fluida” de nuestro “Yo”, que para Hume, como para Nietzsche, es un todo (cuerpo y mente) que debe sincronizarse de nuevo en Occidente, ya que sufre del impuesto aprendizaje dualista gracias a Platón, al cristianismo y al idealismo.

El ensayo de Robert M. Pirsig recuerda los límites y fracasos del conocimiento de nosotros mismos y del universo, así como la hipocresía de un sistema educativo, tecnológico y productivo más preocupados en perpetuar una visión del mundo que no sale de la zona de confort que en ascender a las tierras altas del saber, donde ciencia se confunde con metafísica… un lugar inhóspito, solitario y carente de verdades irrefutables.

La “calidad”: cuidando lo que nos rodea como un jardín zen

En síntesis, la razón pura carente de la emoción o intuición personal, o el trabajo sin la vocación, son tan culpables como la ignorancia o la aversión premeditada a aprender de la arquitectura mediocre, las existencias malgastadas, las carreras profesionales carentes de vocación o los productos y servicios mediocres, prescindibles.

Nadie sabe definir la calidad, expone Robert M. Pirsig, pero podríamos reconocerla, del mismo modo que nadie podría trazar una ley científica que distinguiera los buenos productos y servicios (aquellos bien “mantenidos” por personas conocedoras de sus intrincadas interacciones, que deben mantenerse en buena forma a medida que actúan en un tiempo y un espacio) de los productos y servicios mal desarrollados y mantenidos.

(Imagen: Robert M. Pirsig fotografía a sus compañeros de viaje en motocicleta desde Minnesota a la Costa Oeste: su hijo Chris y sus amigos John y Sylvia Sutherland)

Esta intersección entre experiencia vital y conocimiento, entre humanidades y ciencia, explicaría la profunda huella que el ensayo de Pirsig dejó en el mundo tecnológico estadounidense, desde Steve Jobs (el capítulo de la biografía de Walter Isaacson sobre Steve Jobs dedicado a la influencia estética y espiritual del budismo zen en los productos de Apple lleva el título Zen and the Art of Game Design) a Mark Zuckerberg.

Metafísica de la “calidad”: ciencia y algo más

Ello explicaría por qué en medios como Forbes, Business Insider o Fast Company, entre otros, se recurre a artículos periódicos del tipo “por qué todo emprendedor que se precie debería leer Zen y el arte del mantenimiento de la motocicleta”.

Por no hablar de los abundantes títulos de otros ensayos y titulares periodísticos que aluden el sugerente y provocador título del libro de Pirsig.

Innumerables docentes, escritores, artistas, emprendedores, inversores, etc., han reconocido la influencia del ensayo de Pirsig en su visión del mundo y su comprensión en profundidad de lo que intuían: existe una “metafísica de la calidad”, o al menos podemos distinguir lo que tiene calidad de lo que no, aunque nos sea imposible sistematizarlo.

Definir lo memorable

Si pudiéramos sistematizar lo que tiene calidad, o el “éxito”, o la “receta para el Google del futuro”, etc., habría un modo empírico y reproducible de crear grandes ideas, productos y servicios.

Ocurre que nadie ha logrado sistematizar lo que, según el inversor de capital riesgo y autor del ensayo Zero to One Peter Thiel, no es estructurable o definible usando los métodos que conocemos para distinguir lo científico de lo no científico: el razonamiento por inducción y deducción.

Se conoce a Peter Thiel en Silicon Valley no sólo como cofundador de Paypal con buen olfato para invertir pronto en pequeñas empresas que, como Facebook, demostrarían poco después su potencial, sino por su sólida formación filosófica, científica y literaria.

También por recomendar a alumnos aventajados e inconformistas que abandonaran la Universidad para destinar su potencial a una vocación, ofreciendo anualmente 100.000 dólares a cada uno de los 20 alumnos elegidos en un programa que creó para tal efecto.

Cuando el aprendizaje se convierte en rutina burocrática

Según Thiel, la Universidad se ha convertido en un lugar más preocupado por su funcionamiento como sistema (en el que los alumnos aspiran a buenas notas, y no a perseguir “verdades” de manera dolorosa y pionera). Su ensayo Zero to One es de hecho la compilación de apuntes realizada por uno de sus alumnos durante un semestre en que Thiel ejerció de profesor en Stanford (clase CS183).

Las lecciones, provocativas y abiertas, sin aspirar tanto a explicar verdades “muertas” como a detectar maneras de crear y mantener algo parecido a lo que Robert M. Pirsig llamaría “calidad”, empezó con una frase que prevenía a los alumnos allí apuntados: “Si hago bien mi trabajo, esta será la última clase que jamás tendrás que tomar”.

Al final del trimestre, muchos le hicieron caso, llevándose consigo intuiciones, más que una fórmula infalible o un manual inequívoco.

Una clase sin evaluaciones periódicas

Medio siglo antes, un joven profesor de Inglés en la Universidad Estatal de Montana en Bozeman, Robert M. Pirsig, se encontraba inmerso en una búsqueda infructuosa de la lógica subyacente en lo que detectamos como “calidad” pero somos incapaces de describir en términos científicos.

Eran tiempos convulsos en la docencia, marcada por protestas estudiantiles y un gobierno retrógrado en Montana, pero Pirsig decidió experimentar y suprimir la evaluación de sus alumnos, para suprimir así la dependencia con respecto a las evaluaciones y crear “individuos libres”, capaces de aprender y mejorar por pura vocación y genuina curiosidad.

El experimento funcionó a medias, pero no evitó la crisis que condujo a Pirsig a recibir una lobotomía, que dañó sus memorias de la época en que buscó con fruición la metafísica de la excelencia.

Lo que muestra el mantenimiento de una motocicleta

Pero la incapacidad para sistematizar la “calidad” (en términos empresariales, traducible como éxito, buen producto, buena empresa o empresa capaz de transformar o crear una nueva industria recurriendo a la “calidad”) no implica que quienes tienen experiencia en invertir y crear empresas que funcionan, como el mencionado Peter Thiel, desconozcan qué es lo que funciona y qué es lo que no.

No hay receta inequívoca para crear y mantener la excelencia, pero sí se conoce la “actitud” de que se han servido quienes han logrado inferir “calidad” a lo que hacen, ya sea arreglar una puerta o fundar la empresa más influyente del siglo.

Sin citar expresamente Zen y el arte del mantenimiento de la motocicleta, Peter Thiel explica en una entrevista para The Washington Post las características deseables y las “taras” que, según él, pueden reproducirse -o evitarse- en cualquier actividad profesional, desde el trabajo de un autónomo a los procesos de una compleja empresa global.

Vivir de espaldas a la ciencia

Peter Thiel se muestra escéptico sobre quienes aseguran haber descifrado el secreto de la innovación en X pasos: “Cada momento en la historia empresarial, en la historia de la tecnología, ocurre sólo una vez. Y no hay fórmula”.

Carecer de una fórmula pormenorizada no tiene por qué ser malo, según Thiel: “Si careces de fórmulas, te mantendrás abierto a nuevas posibilidades, a nuevas ideas”.

Los postulados de Thiel son similares a la idea -que parte de la filosofía oriental y del naturalismo de Hume o Nietzsche, para llegar a Pirsig y el ensayo mencionado- de que la conciencia humana está sujeta a la interpretación y devenir de la propia experiencia, y los más atentos y flexibles tendrán más posibilidades de integrar lo que ocurre a su propia vida y vocación, enriqueciendo el proceso que realicen.

Asimismo, como recolectara las intuiciones de Pirsig sin citar al autor de Zen and the Art of Motorcycle Maintenance, Peter Thiel contradice a quienes creen que vivimos en un mundo cada vez más tecnológico: “No creo que vivamos en una era científica y tecnológica, como sociedad. Creo que a la mayoría de la gente no le gustan la ciencia y la tecnología. Les tienen miedo. Lo único que tienes que hacer es ver películas de ciencia ficción [para confirmarlo]: todas muestran tecnología que no funciona, o son distópicas”.

Más preocupados en la apariencia que en el significado

El inicio del ensayo de Robert M. Pirsig se centra en distinguir a la mentalidad tecnológica del autor (Pirsig la llama “clásica”), que viaja con su hijo en una vieja motocicleta que conoce a la perfección y mantiene sobre la marcha, del miedo atávico, desconocimiento y aversión que sus compañeros de viaje, una pareja que viaja en una motocicleta BMW, muestran ante cualquier máquina o proceso que denoten tecnología.

John y Sylvia, los acompañantes, no sólo no escuchan el motor de su motocicleta o saben interpretar los síntomas del rodaje de la máquina, sino que no escatiman en mostrar su rechazo y falta absoluta de interés a cualquier cosa que implique conocer la motocicleta (una máquina compleja, un “sistema”) que les lleva de un sitio a otro.

Ambos tienen la mentalidad ante la tecnología preponderante en la sociedad, de ámbito “romántico”, un atavismo que roza lo supersticioso y se centra en que el “sistema” o proceso complejo en cuestión (una motocicleta o cualquier otra cosa) “funcionen”. Y si no funcionan, un “especialista” lo arreglará.

El problema, explica Pirsig en su ensayo, es que esta dejadez y falta de curiosidad y pasión por lo que uno realiza en cada momento, es también algo generalizado en los nuevos mecánicos, de modo que los “profesionales” coinciden con el resto de la población en su falta de estima a cualquier “sistema” que deberían ayudar a mantener en las mejores condiciones posibles, en función de cada momento o situación en el espacio-tiempo.

Malgastar potencial o perseguirlo

Según Peter Thiel, esta mentalidad atávica ante la creatividad y los sistemas complejos demostraría que “hay algo sobre nuestra sociedad increíblemente conservador, en el sentido de no querer que las cosas cambien”.

Peter Thiel no sólo es crítico con la educación universitaria, sino también con la mentalidad extrovertida y programática cultivada en las escuelas de negocio, que atraen a personalidades extrovertidas con un compromiso bajo con lo vocacional que acaban, según los estudios –dice Thiel-, eligiendo de promedio el sector equivocado, desde el sector financiero a la construcción, pasando por la banca privada.

Peter Thiel se muestra muy crítico con la idea preconcebida de que la competición en cualquier “sistema”, tanto en un mercado o sector como entre el personal de una institución o empresa, es deseable al monopolio. Cada persona o cada empresa deberían ser diferentes y explorar con pasión aquello que las hace particulares, para así acercarse a su potencial.

Thiel: “La gente debería tratar de hacer cosas únicas. Como negocio, uno debería aspirar a un monopolio, no estar en una empresa inmersa en un sector hipercompetitivo”. Inventar algo nuevo es, en definitiva, algo más “zen” o más acorde con lo que podemos dar de sí que realizar una iteración más de algo ya existente.

Vivir con una vocación en la que profundizar

El cofundador de Paypal es también muy crítico con las empresas que fomentan la competición entre sus trabajadores. “Mirémoslo así: si uno fuera un jefe sociópata que quisiera crear problemas entre sus empleados, la fórmula consistiría en decir a la gente que hicieran lo mismo”.

Una fórmula, según el emprendedor e inversor, para crear conflicto y malgastar el talento vocacional de gente válida en rencillas y pequeñeces cotidianas. Es la diferencia entre un ambiente empresarial tóxico e hipercompetitivo (por ejemplo, el que tenía Jonathan Ive antes de que Steve Jobs volviera a Apple) de otro que diferencia el rol de sus trabajadores y cultiva su potencial (Jonathan Ive después del retorno de Steve Jobs).

Thiel explica que uno de los secretos del éxito inicial de Paypal fue dejar claro a la -entonces pequeña- plantilla que sus roles eran diferenciados para evitar así conflictos endémicos. Funcionó. 

La sustancia de lo que hacemos

No se puede definir “calidad”, en palabras de Pirsig, pero sí se pueden detectar y acotar prácticas y mentalidades que conducen de manera más directa a que cualquiera lo tenga más fácil para detectar y explorar su auténtica vocación.

Finalmente, Lillian Cunningham acaba su entrevista con Peter Thiel para The Washington Post con una pregunta contundente (aviso: no es “¿podrías definir “calidad”?):

– Pregunta: “¿Cuál sería tu mejor consejo?”
– Respuesta: “Priorizar siempre la sustancia de lo que uno hace. No quedarse atrapado en los juegos de estatus o prestigio. Son interminablemente deslumbrantes, y siempre acaban en una enorme decepción”.

Repartidores de karma

Cuando se trata de experimentar acerca de modos para tratar a trabajadores como individuos con iniciativa propia, a los que hay que asistir para que encuentren y profundicen en su potencial, otro de los empresarios y autores que aparecen junto a los mencionados Robert M. Pirsig y Peter Thiel en las listas de libros que todo emprendedor que se precie debería leer es Tony Hsieh, consejero delegado de Zappos y autor de Delivering Happiness.

Hsieh vive en Airstream Park, un parque de caravanas en la zona financiera de Las Vegas. Allí, en una caravana vintage Airstream modificada, con servicios adicionales instalados en contenedores logísticos anejos, Hsieh medita sobre maneras de mejorar su negocio y evitar que la empresa “envejezca”.

Tony Hsieh anunció hace algún tiempo que la empresa se deshacía del legado corporativo en que se había basado su crecimiento, suprimiendo todos los puestos de jerarquía; a partir de finales de 2015, los “managers” habrán desaparecido de Zappos.

Resistencias al cambio

La idea de Hsieh se asemeja en esencia a la intuición de Pirsig o Thiel cuando recomendaban a sus alumnos (el primero, en Montana; el segundo, en Stanford) abandonar el comportamiento académico convencional, centrado en conseguir evaluaciones, pero no en aprender, cuanto más en cuestionar las ideas recibidas.

Hsieh recomienda a sus trabajadores que lean Reinventing Organizations, un ensayo de Frederic Laloux. El ensayo parece inspirado en las principales ideas de Zen and the Art of Motorcycle Maintenance, aunque aplicadas a la organización empresarial.

Del mismo modo que la decisión de Pirsig de eliminar las evaluaciones entre sus alumnos de Inglés se enfrentó a la oposición inicial de, sobre todo, los alumnos menos esforzados (paradójicamente, los más perjudicados con un sistema de puntuaciones, al acumular más notas bajas), los cambios de gestión empresarial con que experimenta Hsieh afrontan la oposición de quienes prefieren trabajar sin implicarse (y sienten pavor por comportarse con autonomía, responsabilidad y una vocación que surja de ellos de manera genuina).

Robert M. Pirsig descubrió en sus turbulentos años de florecimiento, crisis y redescubrimiento existencial que muchas personas sentían una aversión similar por el funcionamiento y la tecnología que les rodeaba que la experimentada ante una pieza de arte difícil de interpretar: prefieren no sumergirse en ella.

Búsqueda de la excelencia como filosofía de vida

Hacerlo sería reconocer la técnica que subyace en su creación, la historia que hay detrás del proceso que ha culminado en su creación. Estas personas no están tan interesadas en lo que “significan” las cosas, sino en lo que “son”: el significado del conjunto (su aplicación, mantenimiento e interrelación con otros elementos), sucumbe ante el mero interés en la superficie.

Ver la realidad y actuar según la inmediata apariencia de las cosas nos privaría de actuar de acuerdo con su “significado” subyacente; su calidad, en definitiva. En lugar de buscar lo más nuevo o lo más en boga o lo más brillante, encontrar o crear lo que sea mejor.

La “calidad” expuesta por Robert M. Pirsig en su ensayo entronca con la tradición filosófica oriental, y recupera la aspiración de la vida examinada en la Grecia Clásica. 

Areté”, o virtud a partir del dominio vocacional de cuantas más disciplinas mejor; una idea más próxima al Dharma de lo que sugiere la localización geográfica de ambas abstracciones.

“Arte es cualquier cosa que puedas hacer bien. Cualquier cosa que puedas hacer con Calidad”.

by nicolas.boullosa

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Cabañas humildes: renace la aspiración a la autosuficiencia

Tue, 22 Sep 2015 08:18:33 -0400

Sea o no sencillo irse a los bosques para, desde una cabaña sencilla, confrontar los hechos esenciales de la vida, las reflexiones de Thoreau en Walden resuenan tanto en el interés de su filosofía, como en el atractivo de la parquedad minimalista de su existencia material simplificada. 

Las cabañas en el bosque se han convertido en el atractivo arquitectónico de aficionados, artistas y grandes arquitectos por igual, desde las microcasas prefabricadas de Renzo Piano (Diogene) a modelos de cabaña rural de quita y pon como la Escape Traveler.

*faircompanies y otros medios cubren la creativa fruición de pequeñas viviendas construidas a menudo por sus propios residentes. Un ejemplo reciente y paradigmático, la casa y oficina semienterradas (estructuras “hobbit”, las llama él), del fotógrafo y dibujante de novelas gráficas Dan Price en Joseph, Oregón. 

El vídeo de Kirsten Dirksen sobre nuestra visita a Dan Price, alias “Hobo artist“:

Cuando entendemos más las formas que el fondo: Thoreau es más que una cabaña aislada

The Atlantic. La misma revista que, en mayo de 1862, publicó el entonces inédito ensayo sobre introspección Walking, de Henry David Thoreau, publicaba un provocador artículo el 9 de septiembre de 2015, donde la joven autora, Diana Saverin, constata que se fue a Alaska para vivir en una cabaña como el escritor de Concord, y la experiencia se convirtió en algo soporífero.

El titular del reportaje de Saverin lo dice todo, al sintetizar la sencilla tesis de lo que se lee a continuación: El terror y tedio de vivir como Thoreau

El subtítulo despeja cualquier duda: “Cuando estás solo en una cabaña en la inmensidad de Alaska, la pregunta más sencilla se convierte en la más complicada: ¿Cómo llenar un día?”

Saverin quizá debería haber comparado su experiencia con las andanzas de Christopher McCandless en Alaska hasta morir envenenado, al parecer confundiendo una planta tóxica por otra de frutos comestibles. Jon Krakauer recogió la experiencia en un reportaje novelado, posteriormente llevado al cine por Sean Penn (Into the Wild, 2007). El final trágico de McCandless se corresponde más con el tono del artículo en The Atlantic, alertándonos de los peligros de la naturaleza y la soledad.

Eso sí, la autora conoce lo atractivo que resulta un estilo de vida asociado a Thoreau (las supuestas ventajas de abandonar una existencia moderna repleta de obligaciones atávicas retirándose en una cabaña en el bosque funciona mejor como anhelo en abstracto que como plan de vida); de ahí la popularidad de un artículo que trata de arrojar una nueva luz sobre ellas.

Estas ideas funcionan en abstracto, dice, pero la vida contemplativa no es para todos. No es, según ella, para casi nadie.

Una vida (parcialmente) examinada

El artículo de Saverin, consciente de quién es Thoreau y lo que representa su ensayo Walden (autorrealizarse a la manera de los filósofos antiguos afrontando lo esencial, o escrutinio entre uno mismo y lo que le rodea), optar por una tesis antagonista. Reflexiona, en definitiva, sobre cuánto tiene de fachada el gusto estadounidense por la idea de la autosuficiencia y la mejora interior a través de vida consciente.

Para el filósofo trascendentalista y amigo de Ralph Waldo Emerson, sus coetáneos urbanitas estaban olvidando en sus atareadas vidas una necesidad humana para él obligatoria, el concepto filosófico de vivir una existencia “examinada”. 

Según Thoreau, sus coetáneos perdían el sentido de la perspectiva y vivían existencias prestadas cuando, por ejemplo, perdían el tiempo a diario preocupándose por la tóxica actualidad expuesta en la prensa diaria, siempre presta a polemizar día sí y día también sobre temáticas superficiales, apelando a los sentimientos viscerales de sus conciudadanos; el chismorreo se había industrializado, en su opinión.

La proyección arquitectónica de la idea de “vivir según la naturaleza”

Preocupándose por cuestiones superficiales y artificiosas, exponía Thoreau, el individuo malvendía su autonomía, una tesis que le acerca a filósofos clásicos y de la Ilustración, desde la eudemonía de Aristóteles y los estoicos a la búsqueda de lo que los estoicos llamaban “tranquilidad”.

Autosuficiencia; ese concepto que para Sócrates y sus discípulos consistía en conocerse a uno mismo y, ya en el siglo XX, el psicólogo humanista Abraham Maslow llamó autoactualización o autorrealización.

Es precisamente esta batalla introspectiva de Thoreau por afrontar su existencia sin intermediarios materiales ni espirituales (en su ensayo Walden: observando la naturaleza, construyendo su propia cabaña, plantando sus alimentos y leyendo a diario, además de optar por pocas e intensas conversaciones con otros, en lugar de la interacción meramente transaccional o por cortesía), la que se echa de menos en el artículo de Diana Saverin.

Simplificar la propia vida según los propios términos

Para “vivir como Thoreau” o, mejor dicho, para vivir como Thoreau lo hizo durante dos años junto al lago Walden, a apenas una hora de camino de la casa de sus padres en Concord (se le ha criticado a este precursor del ecologismo moderno y la desobediencia civil que aprovechara las visitas a Concord para hacer la colada en la casa materna), la autora del artículo de voluntad antagonista El terror y tedio de vivir como Thoreau debería haber estudiado más el contenido de Walden. También las reflexiones de Walking, el ensayo que comparte medio de publicación con su artículo.

En efecto, dejar los inacabables quehaceres de una vida industriosa y retirarse en una cabaña campestre para vivir del fruto del propio trabajo, cultivándose con libros (hoy también Internet) y explorando los sutiles secretos de la naturaleza circundante, es un propósito tan atractivo y compartido como poco realista para la mayoría, por no hablar de la puesta en práctica de una idea que se percibe como un anuncio de revista y no como una transformación radical de la existencia.

En la época de Thoreau, una existencia en una cabaña espartana lejos de una localidad de Nueva Inglaterra era considerado radical; a mediados del siglo XIX, ni siquiera sus coetáneos urbanitas, esos que deciden deslomarse para que quizá sus hijos disfruten de las casas y tierras de que disfrutan a crédito, consideraban la electricidad o el agua corriente un servicio doméstico esencial.

Thoreau: “Casi todas las personas viven la vida en una silenciosa desesperación”. Y también: “El costo de una cosa es la cantidad de aquello que yo llamo vida, necesaria para adquirirla, ya sea a corto o a largo plazo”.

Quién dicta los términos de nuestra existencia: el sentido de la vida solitaria

Eso sí, ya se asociaban, como recuerda Thoreau, la soledad y la contemplación con el  tedio y la gandulería, y no como una oportunidad para afrontar “los hechos esenciales de la vida” antes de que sea demasiado tarde y uno no tenga que reconocer al final de su vida que lo recorrido no ha sido vivir en plenitud.

La inmensidad natural y sus supuestos “peligros”. Lo que para los coetáneos de Thoreau en Concord y para cualquier “millennial” contemporáneo con aspiraciones introspectivas e incluso ecologistas se percibe como entorno hostil e incómodo, en el que animales y acontecimientos extremos pueden poner en riesgo la propia vida, era para Thoreau y los trascendentalistas una oportunidad para entender los lazos entre la propia existencia y los secretos orgánicos (si se quiere, románticos y emergentistas) de la naturaleza todavía intacta y arcadiana.

Lo que para Diana Saverin y los lectores que han simpatizado con la “crudeza” y “sinceridad” de su artículo (que denunciaría la hipocresía que según ella demostrarían quienes hablan de vivir en una cabaña como Thoreau sin recordar lo duro que sería para cualquier individuo contemporáneo, acostumbrado a la protegida existencia de la próspera modernidad) es “terror” y “tedio”, se convirtió en arquetipo de existencia examinada y genuinamente estadounidense para toda una tradición literaria e intelectual.

Aprender de lo que explican otros

Lo que subyace en Walden y recogen Emerson en Self-reliance, Walt Whitman en Hojas de hierba o Mark Twain en sus novelas ambientadas en el Misisipí es la voluntad individual de forjar el propio destino a partir de cero, simplificando la existencia según los términos elegidos por uno mismo.

Thoreau: “Nuestra vida siempre es malgastada por el detalle… simplificar, simplificar”. En lugar de asumir lo que le viene dado de la sociedad de su tiempo, según su lugar de residencia y su formación, Thoreau experimenta de manera consciente con su propia existencia para dilucidar racionalmente qué tiene que ofrecerle la vida.

Azar Nafisi, autora de Reading Lolita in Tehran y residente en Washington, reivindicaba en una entrevista en la biblioteca pública de Nueva York un derecho que muchos, teniéndolo garantizado, no ponen en práctica: la libertad de leer lo que a uno le plazca, de forjar su propio destino material e intelectual.

Nafisi expone en la entrevista que algunos de los libros que más le han influido de la tradición occidental muestran a unos personajes que se encuentran a salvo precisamente donde la sociedad ve sólo naturaleza salvaje y destructiva, tan incontrolable y vengativa como las historias fundacionales de las religiones abrahámicas.

Cuando la seguridad es echarse al camino

El propio Walt Whitman era un poeta merodeador de caminos, un vagabundo-intelectual tan brillante como, en palabras de Jorge Luis Borges, genuinamente bueno, según el concepto filosófico de bondad. 

Thoreau: “No hay peor olor que el que despide la bondad corrompida”.

Los mejores personajes de Mark Twain, recuerda Azar Nafisi, sólo están a salvo cuando se echan al peligroso río Misisipí en una balsa, cuando escapan de los corsés y obligaciones de la sociedad, así como la creciente creencia de que el progreso mejoraba la existencia per se, sin necesidad de esfuerzo ni escrutinio de uno mismo.

Queda claro con Huckleberry Finn, con Tom Sawyer, y qué decir de Jim, que sólo “vive” cuando escapa de su existencia en sociedad como esclavo doméstico de Miss Watson.

Por el contrario, los personajes socializados, desde las familias ilustres y rectas hasta degenerados como el borracho y abusivo padre del propio Huck Finn, olvidaron en qué consiste vivir y no han tomado las riendas de su existencia. Son los seres que en realidad se mecen a merced de la corriente del Misisipí sin siquiera ser conscientes de ello.

Manual de cómo abandonar la superficialidad

Tal y como recuerdan los profesores de filosofía que publican el podcast The Partially Examined Life en el episodio dedicado a Thoreau y a su idea de vivir de manera deliberada, el experimento de Thoreau no consiste en echarse al monte sin formación para comprobar o no si sobrevive.

Cuando Thoreau decide construir la cabaña en Walden, no sólo es un hombre maduro y educado, sino que había probado y reflexionado acerca de distintos oficios, así como del papel del individuo en la sociedad.

Thoreau se revela contra el análisis acrítico de la época que exalta las bondades del mecanicismo filosófico y la civilización industrial, ideas propias de la Ilustración, y recalca en Walden que las herramientas del progreso son aceptables y mejoran la existencia siempre y cuando esta mejora sea real y comprobable.

Un ejemplo expuesto por Thoreau: caminar desde Concord a Pensilvania ocupa tres días. Si para comprar el billete de tren para ir en tren desde Concord a Pensilvania hay que trabajar más de tres días, él prefiere caminar.

El autor de Walden nos alerta acerca de fenómenos tan contemporáneos como la predilección humana por convertir superficialidades en necesidades imperiosas, tales como sustituir un teléfono en perfectas condiciones por el último modelo de la gama.

Una “vieja-nueva” aspiración

Este acto de rebeldía, tan intelectual como coherente con la tradición pionera y exploratoria de Estados Unidos, el abrigo sencillo y la existencia examinada y simplificada convergen en un ideal de vivienda esencial: la cabaña de madera, a poder ser erigida por uno mismo y rodeada de una naturaleza de Nuevo Continente, todavía prístina y ajena a la predilección por la racionalidad estética euclídea heredada de Europa.

Y de quienes vivieron solos en la inmensidad de Alaska para descubrir que la pregunta más sencilla se convertía en la más complicada (cómo mantenerse ocupado todo el día, dice Diana Severin), a quienes recuerdan la veneración del público estadounidense por la idea de vivir a solas en plena naturaleza, para averiguar -al estilo de los presocráticos- que el interior de uno mismo está íntimamente interconectado con la inmensidad que nos rodea, y profundizar en la observación de lo uno conduce a admirar y conocer lo otro.

Walter Kirn dedicaba en T, la revista de estilo de The New York Times, un artículo a las cabañas, que equipara al “nuevo sueño americano”. Nuevo-viejo.

Nobleza de espíritu y viviendas humildes

Walter Kirn: “Nobleza de espíritu y viviendas humildes han sido asociadas desde hace tiempo con la mitología estadounidense”. Al fin y al cabo, recuerda en el artículo para The New York Times, Abraham Lincoln nació en una cabaña de frontera (una humilde casa de troncos), lo que influyó en una existencia que convirtió la virtud austera en aspiración.

Kirsten Dirksen narra también, en el documental We The Tiny House People, la fascinación estadounidense por las viviendas pequeñas y humildes, a menudo en la frontera entre el confortable mundo urbanizado y un entorno salvaje idealizado, que el imaginario colectivo asocia con pioneros, padres fundadores, activistas, intelectuales o personajes de ficción. 

De Abe Lincoln a Thoreau, pasando por la virtuosa austeridad de la familia de Laura Ingalls Wilder en su casa de la pradera, dice Walter Kirn.

El periodista también relaciona la fascinación estadounidense por las cabañas con la persecución quimérica de inventos y productos en humildes garajes, donde surgieron algunas de las empresas más influyentes, o así lo quiere creer el imaginario colectivo de un país vertebrado a partir de conceder estatus jurídico a la persecución de los propios sueños.

Thoreau: “El hombre es el artífice de su propia felicidad”.

Simplificar, simplificar

En la actualidad, las cabañas de madera en plena naturaleza trascienden el atractivo simbólico o vacacional, para “convertirse en casas a las que aspirar”, sobre todo para quienes reaccionan a la falta de tiempo introspectivo (tiempo para, por ejemplo, perseguir una vocación) y el exceso de crédito y deuda con una actitud que dependa menos de acumular bienes y más del cultivo de uno mismo a través de experiencias.

Desde finales de los 90, explica Walter Kirn, el llamado Tiny House Movement promueve en un país próspero, conocido por el generoso tamaño de sus viviendas en comparación con el tamaño medio en otros países desarrollados, expone con éxito la tesis de vivir en pequeños y humildes espacios como opción material que fomenta una transformación ética coherente con los inicios difíciles de los antepasados de los estadounidenses en el Nuevo Mundo, basada en la autosuficiencia y el consejo de Thoreau: simplificar, simplificar.

Asimismo, el artículo cita de The New York Times cita el genuino interés de muchos estadounidenses por la belleza áspera y desnuda de una vivienda humilde en plena naturaleza, como si su contemplación los reconectara con una filosofía y sentido de pertenencia a valores olvidados en su país, similares a los expresados por Thoreau y Emerson en sus ensayos, Mark Twain y Jack London en sus novelas, Walt Whitman en su poemario Hojas de hierba.

Cuando la vida sencilla se convierte en una aspiración

Uno de los citados por el Times es Zach Klein, uno de los cofundadores de Vimeo, un entusiasta de las pequeñas cabañas rurales desde su participación en Beaver Brook, un proyecto de construcción rural comunal en el interior rural del estado de Nueva York.

Quizá en su mencionado artículo para The Atlantic sobre el supuesto tedio de “vivir como Thoreau”, Diana Saverin pone de relieve las contradicciones del interés generalizado en la vida sencilla, la autosuficiencia y las viviendas humildes y minimalistas, a poder ser rodeadas de naturaleza:

  • la búsqueda de paz contemplativa en un mundo interconectado y saturado de información;
  • la reconquista del espacio personal y doméstico como lugares sin objetos innecesarios en un momento histórico de sobreabundancia de bienes asequibles…;
  • o la búsqueda de paz ambiental e interior (en palabras de Diana Severin, “vivir como Thoreau”), para caer al instante en la contradicción de que vivir aislado en plena naturaleza requiere una mentalidad que no se descarga en una app de móvil inteligente; se comprende y se tiene. 

El morbo de lo editado, parco, áspero, esencial en la era de la abundancia

Thoreau se formó, realizó infinidad de trabajos y escribió sus primeros ensayos, a menudo demostrando su posición polémica y comprometida en varios acontecimientos de su época, antes de retirarse una temporada junto al -no tan remoto ni salvaje- lago Walden para “vivir deliberadamente” y “enfrentar sólo los hechos esenciales de la vida”.

Zach Klein demuestra el interés por las viviendas pequeñas y humildes y la vida sencilla con libros fotográficos que muestran interminables colecciones de viviendas humildes y diminutas, a medio camino entre la cabaña de leñador, la vivienda nómada de los pueblos tradicionales y los vehículos recreacionales con aspiraciones domésticas.

El último libro de la serie cuenta con título explícito, Cabin Porn, evocando el interés casi furtivo de exitosos urbanitas enfrascados en las obligaciones de su existencia con el símbolo de una vida más acorde con la naturaleza y nuestras auténticas vocaciones, a la manera de los estoicos y Thoreau.

El reto de vivir según lo dictado por uno mismo

En esta intuición resuenan todavía las reflexiones de Thoreau: “La mayor parte de los hombres, incluso en este país relativamente libre, se afanan tanto en innecesarios artificios y labores absurdamente mediocres, que no les queda tiempo para recoger los mejores frutos de la vida”.

“Pasé seis años en la ciudad creando comunidades virtuales, y ahora quería construir una en el mundo real”, escribe Klein en la introducción de su libro.

Walter Kirn acaba su artículo evocando el idealismo de Wally Byam, fundador de la empresa de vehículos recreacionales Airstream, que apeló a la libertad y la autosuficiencia de las caravanas como una oportunidad más para depender de uno mismo y conocer Estados Unidos.

Esta aspiración, tan estadounidense para el autor, es coherente con la historia del país. “El Sueño Americano es como eso. Uno pensaría que se ha esfumado, que ha muerto, pero en realidad sólo ha reducido su tamaño”.

En coherencia con las ideas expresadas por Sócrates y los estoicos (por no hablar de los cínicos y su humildad militante), Thoreau intuyó las aspiraciones de muchos de sus coetáneos, individualistas y celosos de su autonomía: “El hombre es rico en proporción a la cantidad de cosas de las que puede prescindir”.

Quizá esté todo resumido, en definitiva, en la letra de la canción Society, compuesta por Eddie Vedder para la adaptación cinematográfica de las andanzas de Christopher McCandless, alias Alexander Supertramp, en Into the Wild:

(…)

It’s a mystery to me
we have a greed
with which we have agreed

You think you have to want
more than you need
until you have it all you won’t be free

Society, you’re a crazy breed
I hope you’re not lonely without me
When you want more than you have
you think you need
and when you think more than you want
your thoughts begin to bleed

I think I need to find a bigger place
‘cos when you have more than you think
you need more space

(…)

Celebrando abrigos humanos esenciales

Recopilamos a continuación algunas de las cabañas que entusiastas de la vida sencilla y las casas pequeñas envían a Zach Klein para que las publique en su bitácora en Tumblr y en los libros recopilatorios sobre la temática (el último, Cabin Porn).

1. Cabaña asimétrica de lamas de madera verticales al norte de Islandia

2. Abrigo de montaña en la senda Golden Ears (Columbia Británica, Canadá)

3. Cabaña de madera con tejado en “A” (lago Bled, Eslovenia)

4. Vivac o refugio de montaña reconstruido (Alpes de Kamnic, Eslovenia)

5. Cabaña en el árbol Owl (Albion, California, Estados Unidos)

6. Cabaña solitaria en un Fiordo Noruego reconstruida en 1999-2000 sobre cimientos de los 60 (Nordland, Noruega)

7. Yurta de madera sobre plataforma elevada (Galloway, Escocia, Reino Unido)

8. Cabaña de troncos (Nueva Escocia, Canadá)

9. Cabaña de troncos con planta hexagonal y cubierta de metal corrugado (República de Altái, Federación Rusa)

Extra: goathi -vivienda tradicional Sami en el septentrión de Escandinavia- donde la familia detrás de *faircompanies durmió mientras viajaba por el interior de la península escandinava, desde el norte de Noruega al norte de Suecia.

by nicolas.boullosa

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Dan Price’s underground home, art & philosophy on $5,000year

Sun, 20 Sep 2015 10:51:49 -0400

When Dan Price returned to his home state of Oregon in 1990 he was determined to avoid mortgages or rent (he and his family had just finished caretaking a mansion with a heating bill of $500/month). He found an unused meadow in Joseph, Oregon and began renting it from his neighbors for $100/year (in exchange for cleaning downed trees and repairing fences). 

He first erected a tipi on the property, but after awhile felt it was too big so he built himself a 9’ by 12’ red willow dome hut. Then he began traveling a lot so he made an even more temporary home from a 4-season mountain tent. Eventually he fell in love with a cedar shingle beach shack he’s seen in a tiny house book and built a 6-by-10-foot one for himself with an underground room as a bedroom. 

He was never comfortable in a square home so when he was robbed (someone entered a skylight and took his photography equipment and computer), he tore down the home and left only the underground portion as his entire home. “That was what 15 years ago. That’s when I went into the little hobbit hole. Eventually, of course, I saw the Hobbit movies and made like the porch with the little curved porch on it and I’ve been in that ever since.”

His first underground structure was actually built to shelter his home/office, namely his copy machine, essential for publishing his zine “Moonlight Chronicles” which he started in 1992 (it was sponsored by Simple Shoes for a decade).

In his meadow paradise, Price also has a composting toilet, a propane-powered shower (using river water) and a pine wood propane sauna. He’s not hooked up to city water (he discovered a spring on the property), but he’s hooked up to the grid and it’s been approved by the county and city.

“Initially I had to go through the county and the city because there’s an electric line brought down. And they approved it. They also approved, the city council approved this composting toilet 25 years ago. So I’m kind of grandfathered in. And I don’t, as you can see there’s no junk cars or piles of trash around. I keep it really pristine so there isn’t anyone complaining. And if I had trashed the place and people were complaining they’d probably come and kick me out.”

Price’s monikers is “hobo artist” and he’s hopped trains and lived an itinerant life at times, but he also sees himself as very conventional.

“I’ve hopped trains. I really have done kind of a hobo’s life. Sort of like a neo hobo, a classy hobo maybe. I’m just totally normal, but I live this simple way. More like a surf bum, how about a surf bum.” Price spends every winter away from his underground home surfing.

by kirstendirksen

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Yuichi’s slim treehouse sways as a nest in Japanese cypress

Sun, 13 Sep 2015 08:46:16 -0400

When builder/craftsman Yuichi Takeuchi was asked by a friend to build a treehouse as a second residence in Fujiyoshida– an area near the base of Mount Fuji and popular for vacation residences- Takeuchi set to work searching the trees and looking for a place to rent.

“People don’t really know much about treehouses so it was quite difficult to explain what we’re going to do, explains Takeuchi. “People get scared if something wrong happens; and there’s no foundation so what to do with their tax and things; rent, that kind of thing.”

He finally found a friend who was willing to lease some land (for a decade) in the backyard of his woodworking workshop. Takeuchi then invited friends/coworkers to camp out with him and brainstorm at the site. 

“I’m not a professional architect,” explains the Tokyo-based builder. “I don’t really design things I just enjoy what’s happening next. And this was designed by many of us just staying in this little house [the workshop floor] and sleep together, eat together and drink together and just keep talking about design and how we want so this was happening on the location.”

Together Takeuchi and his friends from Tree Heads & Co. began constructing a tiny cabin (“about 4 and a half tatami mats”) perched 20 feet high on two young trees. It’s constructed from Japanese cypress, mostly from trees felled by Takeuchi within a couple miles of the property.

The tiny elevated home is furnished with just a carpet- the part-time residents roll out sleeping bags at night- and a kitchen of rice cooker and camping stove.

“I at first didn’t like the height. I was afraid of heights,” explains Takeuchi. “Since I started to know the treehouses I forgot about that feeling and since then I’m kind of crazy about being in the trees…  if you go up in here it’s just simple, tree and me. That makes me feel very good and there’s no other reason, it’s just to feel good.”

by kirstendirksen

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Norwegian wood: LEGO assembling rural prefab cabin in 1 day

Mon, 7 Sep 2015 00:00:00 -0400

There are 500,000 cabins in Norway for 5 million people, explains architect Marianne Borge. While the size of these second homes has grown in recent decades, Borge wanted to return to the simple living roots of traditional Norwegian hytter (cottages). 

According to Borge, the cabin tradition is about forgoing the comforts of modern homes to escape into nature: no electricity, a wood-burning stove for cooking and heating and an outhouse or field as a toilet.

Her Woody15 is a 15 square meter one-room cabin with no kitchen, bathroom or electricity (but complete with wood-burning stove). She attempted a modern take on the traditional log cabins by creating an all-wood (Norwegian spruce) cottage from 29 cross-laminated timber (CLT) pieces. 

The tiny prefab can be assembled in one day (though the cladding, foundation and windows take more time). She shows us the Woody15 on her friend’s organic farm outside of Oslo.

Photo credits: Monica Strømdahl (construction); Jonas Adolfsen (completed).

by kirstendirksen

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